martes, 30 de marzo de 2010

La belleza que viene del frío

Hoy voy a aplicar el copy-paste. Si otro lo dice mejor que tu ¿vale la pena trabajar?. Normalmente diría que si, pero como dije: Hoy copio.


Me inquietan las mujeres bellas que vienen del frío, del Norte de Europa o del Este. Cuando alguna de ellas sube a mi taxi, con su rostro de cristal de Bohemia y mirada antibalas, ojos gélidos, inexpresivos, de color azul hielo, rubias casi siempre, serias casi siempre, trato de mirar pero con miedo a ser visto. Me resultan, como digo, bellísimas, de perfección casi objetiva, pero a su vez me parecen distantes, ajenas, como si todas ellas escondieran un muro grueso y electrificado que no te deja saltar al otro lado de sus costillas. Me atraen, pero me dan miedo. Quizás por eso me atraen, supongo.

Imposible compararlas con las nativas del otro lado del charco, las de genes cálidos: colombianas, peruanas, venezolanas, cubanas, de belleza distinta a la nórdica pero bellas también y sin embargo, al contrario de las del frío, expresivas al máximo, con esos ojos que siempre parecen buscar alimento, gestos ardientes, sentimientos que se escuchan desde fuera por la potencia de sus latidos. Son tan bellas y tan ardientes que me atraen, pero me dan miedo. Quizás por eso me atraen, supongo.

Y así ando, entre el frío y el calor, entre atracciones y miedos distintos que no son más que una misma atracción matizada y un mismo miedo a lo desconocido. Y lo desconocido está en mí, supongo. Que soy atérmico.

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