Pues bien, ya nos dimos cuenta de que el problema fundamental, aparte del económico, para no elegir esta opción, es la autonomía. Cualquiera que simplemente haya oído hablar algo del tema, te mencionará el problema de la autonomía, el tiempo de recarga, la dificultad de recarga, etc. ¿Realmente es esa la dificultad para avanzar?
La realidad es que somos mentes dirigidas. Existen dos formas de mantener a una persona al margen del conocimiento. La primera y seguramente la más utilizada, es negarle el acceso, no facilitarle la puesta en contacto, ocultarle la realidad. Esta no es del todo efectiva, pues el individuo indagará hasta estar conforme consigo mismo. La segunda, más sofisticada, es ofrecerle una versión falsa y que le resulte convincente. “La primera versión es la que cuenta” decía Gary Sinise en la película Snake Eyes. El individuo, totalmente convencido de que esa versión es la correcta, renuncia a pensar e indagar.
Qué demonios nos importa lo que tarde en recargarse si se pueden cambiar. ¿Acaso alguien recarga la bombona de butano? Pues no, llegan y te la cambian. Fuera la vacía, toma una llena. Pues lo mismo pasa con las baterías del automóvil eléctrico. Llegas a las estación de servicio, básicamente un lugar de cambio y recarga de baterías, te quitan la vacía, te ponen una cargada, pagas y fuera. Total de la operación ¿dos minutos? ¿Tres, cuatro? Lo mismo que llenar el depósito de combustible fósil.
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